Publicado el
La depresión en adolescentes es una realidad más común de lo que solemos imaginar, pero también más silenciosa. Muchos jóvenes atraviesan esta etapa sin poder poner en palabras lo que sienten, y en muchas ocasiones, sin que el entorno lo detecte a tiempo.
Saber cómo ayudar a un hijo con depresión implica aprender a mirar más allá del comportamiento, entender sus señales y ofrecer un acompañamiento emocional firme, respetuoso y constante.
Un adolescente con depresión no siempre parece triste. A veces se muestra irritable, distante o apático. Puede perder el interés por actividades que antes disfrutaba, aislarse de su entorno social o tener cambios en su alimentación y sueño. Otras veces, su rendimiento académico baja sin razón aparente, o aparece una sensación constante de vacío y fatiga.
Estos signos pueden confundirse fácilmente con actitudes “propias de la edad”. Por eso es fundamental observar su persistencia en el tiempo y su impacto en la vida diaria. La depresión en adolescentes se camufla tras frases como “déjame en paz”, pero también detrás de silencios prolongados y miradas que ya no buscan contacto.
No hay una única causa que explique la depresión, pero sí múltiples factores que, al combinarse, pueden influir en su aparición:
En ocasiones, se suma una alta sensibilidad emocional o una baja tolerancia a la frustración, que hace más difícil gestionar situaciones cotidianas de estrés o fracaso.
Lo primero es confiar en tu intuición. Si sientes que “algo no va bien”, probablemente estás en lo cierto. Acompañar a un hijo con depresión no significa resolverle la vida, sino estar presente, escuchar sin juzgar y validar sus emociones. Algunas pautas útiles:
Si la tristeza, el aislamiento o la irritabilidad persisten en el tiempo, es importante buscar ayuda profesional.
Cuando aparecen señales que no encajan del todo con lo habitual —una tristeza que no cede, un aislamiento persistente, una apatía difícil de explicar— es momento de prestar atención. No se trata de etiquetar, sino de ofrecer un espacio donde poder pensar lo que ocurre. En estos casos, una evaluación psicológica puede ser el primer paso para abrir esa posibilidad.
En mi consulta ofrezco un acompañamiento desde el psicoanálisis, donde la palabra tiene un lugar central. Creo firmemente que cada persona, también cada adolescente, puede encontrar su camino si se le ofrece el tiempo, el espacio y la escucha adecuada.
No trabajo con recetas ni soluciones rápidas. Trabajo con la singularidad de quien consulta, con la convicción de que es posible encontrar una salida al sufrimiento cuando este se aborda con respeto y sin juicios.
Si no estás en Santander, también ofrezco terapia online, adaptada al ritmo y circunstancias de cada persona. Porque cada quien merece un espacio donde poder ser escuchado y empezar a esculpir, a su manera, un modo más habitable de estar en el mundo.
Soy Alicia Ibáñez, psicóloga licenciada y colegiada nº CA-00466. Me formé en Psicología en la Universidad Nacional Andrés Bello y continué mi especialización en Madrid con un Máster en Psicología Clínica y Psicoterapia Psicoanalítica. Desde entonces, he trabajado durante más de 25 años en el ámbito clínico acompañando a niños, adolescentes y adultos en procesos terapéuticos profundos.